Activismo de lenguas para el futuro de la humanidad

Durante el Festival en Ciudad de Guatemala los asistentes escribieron e intercambiaron palabras en sus respectivas lenguas originarias. / Foto: Benedikt Borchers

Este post fue originalmente publicado en Plaza Pública y está re-publicado aquí con el permiso del autor.

En la revolucionaria obra de Charles Darwin El origen del hombre hay un pasaje que menciona que el sabio alemán Alexander von Humboldt, otro viajero incansable y predecesor suyo, encontró en Sudamérica un loro «que era el único ser viviente que hablaba aún la lengua de una tribu extinguida», de modo que fue la misma naturaleza la que en aquella ocasión alargó un poco más la existencia de una lengua.

El científico inglés había dedicado las últimas páginas de su libro a comentar sobre la extinción de algunas culturas humanas o pueblos indígenas, un fenómeno que 200 años después aún continúa, cuando desaparecen centenares de lenguas alrededor del mundo.

¿Por qué debemos defender y salvar las lenguas indígenas de la extinción? Las razones obedecen principalmente a un tema de fondo. En una sociedad consumista, extractivista y de estilo de vida occidental nos enseñan que aprender un segundo idioma obedece a una utilidad socioeconómica o a un marcado estatus. Los jóvenes dedican años de esfuerzo a estudiar inglés, francés, alemán o chino a causa de ello, mientras que otros se ven obligados a aprender bien el español para no ser víctimas de la discriminación o la marginación. ¿Por qué valdría la pena rescatar una lengua de un grupo de solo 50 personas que viven totalmente desconectadas de la ciudad? Esa es la interrogante más común producto de una ceguera colectiva.

Cuatrocientas veinte lenguas indígenas en la región

La respuesta a estas preguntas y problemáticas parte del bien común de la humanidad: la Tierra, el único planeta que tenemos. En un contexto de temperaturas que aumentan, incendios que arrasan bosques, países que están a punto de ser sepultados por los océanos y un presidente que pretende comprar Groenlandia, una tierra con vastas reservas de agua dulce congelada, es necesario alzar la voz y difundir el mensaje de que los pueblos indígenas son los que tienen los mejores conocimientos para proteger la naturaleza y vivir en armonía con ella. Esto representa una alternativa de vida que solo podemos comprender, transmitir y mantener viva mediante las lenguas indígenas.

Guatemala albergó dos importantes eventos en el marco del Año Internacional de las Lenguas Indígenas. / Foto: Uskam Camey

América Latina, una parte del mundo que experimentó un sangriento choque de civilizaciones hace 500 años, mantiene una de las mayores diversidades de lenguas y culturas, la cual ha enriquecido el bagaje cultural de sus Estados actuales y ha contribuido de algún modo en su aspiración al desarrollo. Según el Atlas sociolingüístico de los pueblos indígenas en América Latina, un documento elaborado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), existen 420 lenguas indígenas en la región, lo cual evidencia que la multiculturalidad ha sobrevivido a todos los amargos capítulos de la historia, aunque haya naciones como Uruguay o Cuba, que han perdido sus lenguas originarias, y países que están a punto de perderlas en su totalidad, como El Salvador.

Ante esta situación de amenaza, Guatemala, la cuna de la civilización maya, una de las más sobresalientes de América y del mundo, ha sido sede de dos eventos para encender el diálogo en torno al tema: el Encuentro Latinoamericano de Activistas Digitales de Lenguas Indígenas, realizado en Antigua, y el Festival Latinoamericano de Lenguas Indígenas en Internet, llevado a cabo en la ciudad de Guatemala. Estos dos eventos fueron posibles gracias a un consorcio conformado por ocho instituciones: la Universidad Maya KaqchikelKaqchikel WikiwujRising Voices, el Centro Cultural de España, la Fundación Avina, la Unesco en GuatemalaDeutsche Welle Akademie y la Federación Guatemalteca de Escuelas Radiofónicas (FGER).

Ambos eventos fueron organizados en el marco del Año Internacional de las Lenguas Indígenas. En el primer evento participaron 55 activistas digitales de lenguas indígenas de 15 países de Latinoamérica, quienes compartieron experiencias y proyectos que apuntan a difundir, rescatar y revitalizar las lenguas originarias del continente. Mientras tanto, en el segundo evento participaron 400 personas entre activistas digitales, lingüistas, comunicadores indígenas, sociólogos, tecnólogos y educadores, entre otros.

Un mundo utópico de lenguas que conviven

Kaqchikel, quechua, mapudungún, q’eqchi’, mam, wayú, nasa yuwe, zapoteco, mixe, miskito, náhuatl, aymara, guaraní y boruca son solo algunas de las 25 lenguas originarias que fluyeron durante los seis días que duraron en conjunto ambos eventos, todas ellas con estatus e historias diferentes en sus países de origen, pero iguales entre sí por ser contenedoras de siglos de conocimientos que el ser humano no puede darse el lujo de perder. Los participantes y asistentes del festival aprovecharon los espacios del Centro Cultural de España en la capital guatemalteca para escribir expresiones en sus lenguas maternas e intercambiar saludos básicos, con lo cual fortalecieron la identidad indígena y forjaron por momentos un utópico mundo en miniatura donde lenguas y culturas diversas convivían con respeto.

Para ver materializado este sueño es importante mencionar el papel que juega la comunicación indígena, un tema amplio que merece un párrafo aparte. Esta forma de comunicación, cuyo medio bandera son las radios comunitarias, durante años ha luchado por lograr la visibilización de los pueblos indígenas en los países de Latinoamérica y defender la madre tierra y el territorio, así como los derechos de su gente. Sin embargo, las lenguas indígenas deben ser más acentuadas como un punto importante dentro de la agenda comunicativa.

Activistas de diferentes países de Latinoamérica compartieron sus proyectos para promocionar lenguas indígenas. / Foto: Uskam Camey

Los medios indígenas y comunitarios deben reforzar la defensa de las lenguas originarias de los pueblos a los que representan a través de la producción de contenido en dichas lenguas para mantener y fortalecer la cultura e identidad, para transmitirlas a las nuevas generaciones, para empoderarlas y hacerlas respetar dentro de los marcos jurídicos donde se desenvuelven y para garantizar la interculturalidad y el diálogo de mutuo respeto en nuestros países, el cual nos puede conducir a mitigar el cambio climático, salvar el planeta y lograr el buen vivir para todos.

Una nueva generación conectada

Y no solo eso. Es fundamental una mayor articulación en red entre la sapiencia de los referentes de la comunicación indígena tradicional y los jóvenes que tienen facilidad para utilizar los nuevos medios y la tecnología con el fin de aportar a la comunicación indígena y promover las lenguas originarias. El encuentro y el festival realizados en Guatemala evidenciaron que existe una nueva generación de jóvenes con mentes innovadoras y deseos de ser parte de un cambio positivo en nuestra sociedad, aprovechando su autoidentificación cultural y su familiarización con el mundo del Internet.

Estos jóvenes que participaron en Guatemala demuestran un alto grado de compromiso, responsabilidad y conciencia social en el uso de las plataformas digitales para el activismo. Esto, en un contexto social donde gran parte de la juventud utiliza la tecnología principalmente para el entretenimiento y la frivolidad, donde las series de Netflix se convierten en un tema obligatorio de las conversaciones cotidianas, como si fuera ya lo único que existe en la vida. Más allá de lo difícil que es definir el activismo y las diferentes perspectivas de cada persona que trabaja el tema, rescatamos la meta en común, que es luchar por una causa justa que beneficiará a nuestros países y a la humanidad en general.

Un grupo de diez comunicadores indígenas de cincos países (Guatemala, Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia) convocado por Deutsche Welle Akademie, que se denominó Red KANQ, participó en ambos eventos sobre lenguas indígenas en Guatemala con la finalidad de producir contenido para sus medios, reflexionar sobre las formas de hacer comunicación indígena, experimentar nuevos formatos y llevar los aprendizajes a sus comunidades. El equipo eligió como nombre el acrónimo KANQ, que alude al tema de las lenguas indígenas al integrar la letra inicial de cada una de las seis lenguas representadas en el colectivo (K de kaqchikel y kichwa, A de aymara, N de nasa yuwe y Q de quechua y q’eqchi’).

La parada que potenció la cultura con la tecnología

Antes de la cita en Guatemala, el grupo participó en el Festival Gabo en Medellín (Colombia) y en el Encuentro Internacional de Comunicación Indígena en Cusco (Perú). El primer evento fue un ambiente no indígena que reunió a los periodistas referentes de los medios citadinos de la región, mientras en el segundo evento se encontró con los referentes de la comunicación indígena tradicional. Sin embargo, la tercera parada en la tierra de los quetzales representó el mayor conjunto de descubrimientos debido a la fuerte presencia de la innovación y del tema digital, sin obviar temas clave como la planificación de proyectos sostenibles y la soberanía tecnológica.

Tras estas experiencias, la Red KANQ recopiló importantes conocimientos y se contagió del espíritu transformador de los activistas digitales que vinieron a Guatemala, con lo cual llevan un mensaje de esperanza a diferentes rincones de Latinoamérica. Hay que destacar que el grupo está constituido por comunicadores que trabajan diferentes formatos como radio, fotografía, crónica y video, pero se subraya la presencia de un activista digital de lenguas indígenas: Uskam Camey, un joven maya kaqchikel de Chimaltenango que trabaja un proyecto de Wikipedia en su lengua originaria. Él ha sido un importante nexo entre la comunicación tradicional que sus compañeros representan y el trabajo desarrollado por los otros activistas, con lo cual se fortalece el desarrollo de la red.

Fuentes humanas de inspiración digital en lenguas indígenas

Entre las diferentes experiencias que conoció el grupo de comunicadores en Guatemala resaltan los proyectos de Alberto Cruz y Héctor Martínez, dos jóvenes salvadoreños que, sin ser hablantes nativos del náhuat o pipil, decidieron aprenderlo para rescatar la última lengua indígena que le queda al Pulgarcito de América y promoverla mediante redes sociales. También está el caso de Isela Xospa, una artista mexicana que desarrolla la ilustración y una pequeña industria cultural que incluye juguetes, ropa y calcomanías para difundir la riqueza de la lengua náhuatl de Milpa Alta. O el caso de Verónica Aguilar, una joven lingüista de Veracruz que aprendió el mixteco, la lengua de sus abuelos, y ahora trabaja en un proyecto web que enseña y difunde una de las lenguas indígenas más importantes del país azteca.

La Red KANQ participó en diferentes conversatorios durante el Festival Latinoamericano de Lenguas Indígenas en Internet. / Foto: Benedikt Borchers

Vale aclarar que el activismo no tiene que ser estrictamente digital, considerando la gran brecha digital que todavía existe en nuestros países. Los maestros, los investigadores, los editores y los gestores de políticas públicas también pueden ser activistas de lenguas indígenas. Visto así, el activismo debe moverse y complementarse en ambos planos y buscar inspirar a otras personas que están descubriendo el tema, como Belén Pérez, una joven guaraní de Paraguay que pudo asistir al encuentro gracias a unas de las 37 becas internacionales brindadas por el consorcio organizador. Aunque ella no tenía un proyecto concreto, gracias a las jornadas de aprendizaje ahora tiene en mente una idea para difundir la historia del pueblo guaraní en el sistema educativo. En su país, a pesar de que el guaraní es hablado por más del 80 % de la población, dicha lengua todavía no ocupa el lugar que se merece.

Los medios como una vía para salvar las lenguas

La mayoría de los medios citadinos de Latinoamérica todavía mantiene una representación inadecuada de los pueblos indígenas, a los cuales muestra como seres alejados de la civilización, causantes de conflictos socioambientales, enemigos del desarrollo o víctimas de la tragedia, o reduce solo a cifras rojas o historias amarillistas. El espejo mediático no refleja sus aportes al cuidado del ambiente y a la riqueza cultural de nuestros países, no comunica lo mucho que los pueblos originarios pueden darle al mundo ni le enseñan a la ciudadanía que son personas dignas de respeto como un intento, al menos, de acabar con problemas estructurales como el racismo y la exclusión, males endémicos que han sido la verdadera causa de nuestro tercermundismo. Además, las lenguas indígenas todavía no tienen presencia en la mayoría de los medios masivos. Alcanzar una representación equilibrada sería un elemento más de empoderamiento y respeto hacia ellas.

Por todo esto, el activismo es necesario. Debemos sumar esfuerzos para rescatar las lenguas indígenas aprovechando las ventajas del mundo moderno, colmado de tecnología, globalización y jóvenes con ambiciones de ser agentes de un cambio real para el futuro. Es la humanidad, y no la naturaleza, la que tiene ahora en sus manos la gran oportunidad de prolongar la existencia de las lenguas indígenas y multiplicar su presencia con las enseñanzas y visiones de la vida que se atesoran en cada palabra, oración o verso. De esta manera, anécdotas como la del loro de Humboldt ya no se repetirán nunca más en los libros de ciencia e historia.

 

Red KANQ, ciudad de Guatemala, noviembre de 2019.

Red KANQ: Fabiana Condori y Yenny Paucar (aymaras), Marileny Choc y Jorge Ical (q’eqchi’), Uskam Camey (kaqchikel), Eslendy Grefa (kichwa amazónica), Alberto Segovia (kichwa otavalo), Berta Chasipanta (kichwa panzaleo), Luz Dary Cuetia y Estivel Cuene (nasas), Luis Salazar y Arnol Piedra (quechuas).

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